viernes, 18 de noviembre de 2011

Racionalismo / Irracionalidad


1.3.  Racionalismo y normatividad/ Irracionalidad y emoción.

El XVIII asumirá la emoción y la sensibilidad como preceptos estéticos. Para ellos son componentes del arte. Admiten el concepto de “gusto”, pero no como algo individual, sino como un instinto resultante del hábito mental condicionado por la práctica de las reglas, no como algo subjetivo, como ocurre en el Romanticismo. Todo eso se ve influido por el filósofo David Hume. Hume distingue entre gusto y opinión personal, por lo que para que un dictamen estético individual sea merecedor de tenerse en cuenta debe cumplir que:
a)     El individuo posea una delicadeza o un mínimo de sensibilidad para percibir la estética.
b)    Que pueda liberarse de todo prejuicio que pueda perturbar su juicio.
c)     Que posea experiencia en el trato del arte.

Cuando esto se cumpla, el valor subjetivo tendrá cabida, y será el buen gusto. El resto serán opiniones sin valor.
Esta dualidad entre reglas y gusto es el síntoma claro de que la estética es mucho más compleja de lo que parece. Para entender esta estética hay que saber qué es lo bello y qué lo sublime.


v BELLEZA: Para Luzán, la belleza se hace depender de las cualidades materiales de los objetos, más que de la interpretación subjetiva del observador. Se atribuye a la belleza el efecto de producir placer al contemplar esos objetos. El antídoto emocional de la belleza es el concepto de sublimidad.

v SUBLIMIDAD: Este concepto viene de la Retórica, de la oratoria. El concepto superó su primera acepción retórica y en el S.I el griego Longio afirmaba que “lo sublime es lo que nos emociona por su energía superior o las facultades humanas en cualquier ámbito de la naturaleza, vida o conocimiento” En el S.XVIII Edmund Burke, demostró en una publicación que lo sublime está relacionado con las emociones, que pueden ser absolutas o relativas. Burke decía que el placer o el dolor (absoluto) son aquellos que tienen una causa concreta o efectiva que actúa directamente sobre nosotros. El relativo placer es cuando desaparecen el dolor o miedo absoluto sin haberlos olvidado del todo. Para Burke, las emociones que más sentimos son aquellas emociones relacionadas con el instinto de conservación, de modo que los objetos que nos hacen temer por nuestra integridad son los terribles y ante ellos sentimos terror. Pero cuando estos objetos terribles no nos pueden dañar y nos percatamos de ello, sentimos deleite, que es el placer relativo que aparece cuando desaparece el terror.

A los objetos que provocan deleite y terror los llama sublimes, y ahí estarían la: oscuridad, el poder, la energía, la fuerza, el gran tamaño de las cosas…
Para Burke el placer es una emoción menos fuerte que el terror y lo que produce placer positivo o absoluto se llama belleza, de manera que los objetos bellos tienen características contrarias a lo sublime: pequeñez, luz, debilidad…
Es así como se entiende el término belleza en Luzán.

Es en esta aspiración a la sublimidad en la que debemos entroncar la apreciación dieciochesca (segunda mitad del siglo) por las emociones como última justificación del arte. Una predilección que lleva a un nuevo tratamiento de la naturaleza, origen de la incorporación de elementos sobrenaturales o terroríficos, así como el interés por los elementos medievales (prerrafaelismo)

En este sentido, el Emocionalismo o Irracionalismo ya están presentes en la aspiración a la sublimidad en, al menos el último tercio del siglo, hallando continuidad en el XIX.

            No hay que contraponer, por tanto, neoclasicismo y sensibilidad como apartamentos antagónicos, sino que hay que hablar de la riqueza dieciochesca. Encontramos un origen prerromántico, ya que no existe una ruptura estética, sino una evolución natural. 

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